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viernes, 30 de abril de 2010

LAS LEYES DE LA PERCEPCION SEGUN LA GESTALT

Nuestra percepción de los problemas está gobernada por una serie de leyes a modo de tendencias psíquicas que nos llevan muchas veces a posiciones preceptúales distorsionadas y parciales, se trata de un auténtico secuestro de la dimensión de la realidad. Las leyes de la GESTALT tienen todavía muchas cosas que decirnos. Vamos a conocerlas y a descubrir lo que pueden aportarnos a la hora de percibir y gestionar los conflictos.
La Escuela de la Gestalt (una corriente de la psicología que estudió a fondo las leyes de la percepción humana) encontró que existen una serie de mecanismos innatos en el ser humano que, de forma espontánea y funcional (adaptativa), actúan como leyes universales en la percepción de la realidad.
Ley del contexto.
Lo que viene a decirnos esta ley es que percibimos los objetos dentro de un contexto, el cual condiciona y adorna de alguna manera la imagen o fotografía mental que hacemos de los mismos. En la imagen siguiente observamos cómo el círculo interior de ambas figuras, siendo de igual tamaño, se ve más grande sin embargo si está rodeado de círculos más pequeños y, al contrario, se percibe más pequeño si está rodeado de círculos más grandes que él:
Si en lugar de círculos estamos percibiendo conflictos o personas que tienen conflictos, o bien nos percibimos a nosotros mismos, la conclusión es que esa percepción y posterior valoración que hacemos está de algún modo sesgada por un contexto, y el mismo conflicto nos puede parecer más o menos grave en función del lugar en el que ocurre, de las personas involucradas o de otros conflictos que se palpan en el ambiente. A la hora de abordar un conflicto y valorarlo hay que tener en cuenta el contexto en el que se produce y lo valoramos.





Ley de apertura.
Esta ley podemos representarla en las siguientes líneas de igual longitud a simple vista, pero sin embargo se percibe como más larga la de arriba y como más corta la de abajo:
Podemos hablar aquí de personas abiertas (línea de arriba) y de personas cerradas (línea de abajo). Una persona abierta es percibida seguramente como una persona “más grande”, con más experiencias, con más humanidad, con más sociabilidad. Una persona cerrada (de ideas, en sí misma) es percibida por los demás como “más pequeña”. Lo mismo pasa si extendemos esta idea a sociedades abiertas y sociedades cerradas, sociedades democráticas y sociedades autárquicas. Podemos hablar también de personas con oportunidades (con las puertas abiertas) y personas sin oportunidades (con las puertas cerradas).
Cuando afrontamos los conflictos ¿somos abiertos o cerrados? ¿Lo hacemos estando abiertos a escuchar al otro o nos encerramos en nuestros discursos?
¿Facilitamos un clima, un espacio de apertura, o limitamos mucho las posibilidades? Una mente abierta es esencial para abordar positivamente los conflictos. La sensación de apertura, de oxígeno, de no arrinconarse mutuamente con discursos cerrados, es clave para encontrar la puerta de salida al conflicto.



Ley de semejanza.
Según esta ley, solemos percibir agrupadamente, como una figura con entidad propia (una categoría) los objetos que son semejantes en algunos aspectos.
Como podemos observar en las figuras anteriores, nuestra percepción nos hace identificar dos cruces (blanca o negra) en la figura de la izquierda y varias columnas (de triángulos, cuadrados o esferas) en la figura de la derecha. Esta tendencia a agrupar las cosas que son iguales, también tiene su correlato en la percepción de personas. Así, tendemos a agrupar a la gente en categorías: jóvenes, adultos, ancianos, niños. Pero también agrupamos a la gente según su procedencia social (ricos, pobres, inmigrantes), según sus rasgos culturales (gitanos, negros), según sus problemáticas sociales (discapacitados, mujeres maltratadas, drogadictos, ancianos) y según sus conflictos (conflictivos, pasivos, agresivos, obedientes, sumisos…).
El conflicto surge más fácilmente cuando en lugar de preguntar, escuchar y conocer bien al otro y sus motivos, nos dejamos llevar por el estereotipo, cuya razón biológica descansa en nuestra mente económica. Salir de ese acomodo mental y liberarse de esas etiquetas que secuestran nuestra capacidad de razonar es esencial para evitar y gestionar conflictos.
Debemos ser conscientes del riesgo de la generalización y trascender la misma para individualizar a la persona, la cual, a pesar de ser susceptible de categorizaciones, tiene una historia personal propia, un rostro y un nombre que le hacen diferente de los demás y, por tanto, que experimenta de forma diferente los mismos problemas.



Ley de clausura.
Según la ley de clausura, las personas tendemos a cerrar o clausurar nuestras percepciones sobre la realidad para darles un sentido. En la siguiente imagen puede apreciarse como la mayoría de las personas percibirán tres cuadrados diferenciados, por esa tendencia a cerrar los objetos. Sin embargo sería raro que alguien percibiera dos columnas centrales cerradas entre paréntesis laterales.
Si nos llega, por ejemplo, una información incompleta sobre alguien, o sobre algo, enseguida nuestra necesidad de saberlo todo nos va a llevar a establecer un sentido lógico (para nosotros) a dicha información y vamos a tender a completarla, porque lo que no está completo nos incomoda. Esta es una de las razones importantes de la distorsión informativa cuando se va pasando la información “de boca en boca”, y también de los estereotipos hacia grupos sociales de los que se posee una información escasa y poco fiable.
En la interacción cotidiana en nuestros grupos y encuentros, es fácil que las informaciones muchas veces sean incompletas y parciales, por lo que habremos de ser muy prudentes para no dejarnos llevar por esta tendencia a establecer conclusiones e ideas cerradas precipitadamente, más bien debemos tener la mente lo suficientemente abierta y flexible hacia el conocimiento pausado del otro. Esto es clave cuando surgen conflictos, siendo unas veces causa de un conflicto, y otras veces consecuencia.




Ley de fondo y forma.
Esta ley nos viene a decir que nuestra definición de la realidad está condicionada por lo que percibimos como fondo y lo que percibimos como forma. Es decir, lo que es el objeto en sí (forma) que se percibe en un primer plano y lo que le rodea (fondo) que se percibe siempre en un segundo plano.
En la siguiente figura, si percibimos el fondo negro, veremos una copa, en cambio, si percibimos el fondo blanco veremos dos caras.
En la percepción de personas esta ley tiene una importancia crucial.
Debemos ser conscientes en todo momento del fondo social y el fondo situacional de la percepción del otro en conflicto, del propio conflicto, o bien de nosotros mismos en conflicto. La forma suele ser ese comportamiento (verbal o no verbal) que nosotros etiquetamos, y el fondo constituye esas razones profundas, necesidades y motivos que hay detrás de ese comportamiento visible.


 




Síndrome del punto negro.
Si preguntamos a alguien qué es lo que ve en las figuras siguientes, lo más probable es que se oigan respuestas como: “dos cuadrados iguales, pero...”, o bien “un cuadrado blanco y el otro...”, o también “lo primero que he visto ha sido el punto negro...”.
En el ámbito que nos ocupa (y preocupa), esta ley es clave cuando nos disponemos a valorar al otro en conflicto, o bien los logros conseguidos, o incluso los problemas en la empresa. Dichos problemas u objetivos no conseguidos, con bastante frecuencia, centran en excesivo la atención de nuestras reuniones y encuentros hasta el punto que nos olvidamos de lo importante y además suponen un excesivo gasto de energía vital y motivación.
El punto negro se busca en el otro cuando nos mostramos agresivos, secuestra nuestra capacidad de pensar y crear soluciones, también nuestras emociones. Tiene mucho poder, es como el lado oscuro que nos atrae con fuerza y saca lo peor de nosotros. Es importante, por tanto, liberarse y liberar a otros de la “tiranía del punto negro” a la hora de gestionar conflictos. La clave es resolver desde lo positivo, ver los puntos negros en clave de aprendizaje y mejora.
Fuente: César García Rincón

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