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viernes, 30 de abril de 2010

LOS ARQUETIPOS EN LAS ETAPAS VITALES

Infancia:

En la infancia lo más importante es la seguridad, por eso al principio es necesario el apego-dependencia para luego evolucionar al desapego-independencia. Gracias al Inocente y Huérfano sabremos cuando confiar y cuando no es seguro.

Si nos guía el Inocente nos vamos a sentir optimistas y puede que demasiado confiados sin prestar atención a los peligros que puedan surgir.

Si nos guía el Huérfano, somos más conscientes del peligro, menos confiados aunque esté garantizada la confianza y nos volvemos más pesimistas.

Si nos domina el Inocente somos risueños y nos fastidian las personas negativas, siempre pensamos que todo tiene un propósito y que pronto se resolverá. Sin embargo, si es el Huérfano damos demasiada importancia a los problemas, esperamos que los demás nos ayuden, pero aún cuando lo hacen esa ayuda nos resulta insuficiente, o posiblemente ayudemos a otros como nos hubiera gustado que nos ayudaran, incluso sentimos envidia o fastidio por los Inocentes risueños.

A nivel místico esta dualidad se expresa en la imagen del Niño Divino que representa la inocencia perfecta, con empatía hacia los demás y comprende el mundo tal como es.

Es decir nos damos cuenta de nuestro dolor y del de los demás, no lo negamos; sin embargo, nos damos en forma recíproca, sabiendo en quien confiar y en quien no. La virtud es el discernimiento.

De pequeños tenemos un pensamiento dualista: Agrupamos a las personas en buenas o malas, brujas o hadas, amigos o enemigos. En la adolescencia si persistimos con ello, vamos a ver dos clases de hombres seductores malvados o esposos buenos y aburridos.

La resolución de este conflicto es cuando se acepta del todo la combinación del bien y del mal, que convive en cada persona y en nosotros mismos: Aceptar la vida con su inmensa multiplicidad; sólo así nuestro niño interior estará en paz.

El problema es cuando y en qué circunstancias poder confiar en alguien determinado. Todas las personas nos proporcionan alegrías y tristezas, pero hasta llegar a tener esto integrado nos iremos de un extremo a otro o viviremos una negación parcial o una constante decepción.

Juventud:

Durante la adolescencia y la juventud destacan los Arquetipos del Buscador y del Amante, para ayudarnos a descubrir nuestra identidad, aunque cada uno lo hace a su forma.

A nuestro Buscador lo que más le interesa es la autonomía y la independencia, y no le gustan los compromisos por temor a perderse en las relaciones. Encuentra su identidad en la diferenciación de los demás.

Nuestro Amante, sin embargo descubre su propia identidad descubriendo que amar. Cuando se supera esta dualidad tenemos capacidad de amar y de comprometernos, sin sacrificar el sentido de nuestros límites.

El Buscador nos ayuda a separarnos de nuestros padres, a explorar y salir al mundo; lucimos peinados y ropa extravagante en la juventud. Después surge el amor, el sexo y también los compromisos, y caemos en un tira y afloja, porque creemos que quieren atarnos, o quizás ocupemos diversos empleos sólo para probarlos, o que nos consolidemos en pareja y en una carrera profesional.

Podemos también optar por una modalidad durante un tiempo, y luego otra. Lo peor son los que se casan, o tienen trabajo, porque es lo que se espera de ellos, no por amor y así nunca buscaron su identidad. Entonces el Buscador y el Amante se pueden manifestar en una etapa posterior, hasta descubrir a qué y a quién aman.

La virtud es la identidad, esa sensación de autonomía con un auténtico compromiso con las personas, trabajo, ideología.

La resolución de este dualismo es la imagen de la Tierra Prometida. Los hebreos salen de Egipto porque eran esclavos y para sentirse libres, el Buscador, pero en segundo lugar debían ser fieles a sí mismos sirviendo a su Dios, que amaban, o Amante. Hasta que no consigamos integrarlos, la libertad nos va a resultar vacía y el amor sofocante. Por eso, los hebreos permanecen 40 años en el desierto; necesitaban tiempo para ser libres y fieles a su camino elegido.

En el momento que aprenden a comprometerse y a ser libres, entran en la Tierra Prometida. Así entramos en nuestra propia Tierra prometida cuando aprendemos a ser fieles a nosotros mismos, y a comprometernos con las cosas y las personas.

Adultez:

Entre la adultez y la mitad de la vida es cuando aceptamos retos y responsabilidades. Tanto el Guerrero como el Bienhechor nos proporciona la forma de hacerlo, nos ayudan a proteger a nuestros niños externo e interno: El Guerrero con la lucha y el Bienhechor con el cuidado.

Estas dos energías nos permiten ser padres ideales de nuestros hijos y de nuestro propio niño interior. Cuando somos niños confiamos en que nuestros padres cuiden de nosotros, luego esto lo interiorizamos como función parental, y nos cuidamos y protegemos a nosotros mismos como lo hubieran hecho nuestros padres.

La virtud es la responsabilidad. Cuando predomina nuestro Guerrero actuaremos mediante la competencia, la afirmación, tal vez ganando a costa de otros. Si es el Bienhechor, mediante la ayuda y el cuidado de los otros, aunque tal vez a expensas de ellos. El Bienhechor generalmente representa el papel formador de la madre. El Guerrero, el papel protector del padre.

En la actualidad, tanto hombres como mujeres se espera que sean tanto Guerreros en el trabajo, como Bienhechores en casa. Si estamos representando continuamente el Bienhechor, podemos tener mucha compasión, pero puede llegar un momento en que no podamos protegernos a nosotros y nos invadan.

Si nos concentramos demasiado en el Guerrero, podemos proteger nuestros límites, pero nos deshumanizaremos, si trabajamos mucho, si competimos, si luchamos, y no sabremos intimar, dejaremos de tener fluidez en las relaciones.

La resolución de esta dualidad está representada en la imagen del Padre Arquetípico (como Madre y Dios Padre).

Crisis de la mitad de la vida:

Una vez hemos creado nuestra identidad, la del Ego, nos abrimos a un conocimiento más profundo del Alma. Descubrimos que nos hemos de deshacer de muchas cosas en las que creíamos y volvemos a crear nuestra vida.

La virtud es la autenticidad. La decisión de permitirse ser uno mismo y no lo que los demás o la sociedad desean que seamos.

El Buscador y el Amante nos han permitido saber con qué y con quién nos comprometemos. El Creador y el Destructor nos ayudan a saber cómo se manifiestan esos compromisos. Si domina el Destructor resulta fácil abandonar lo que no contribuye al crecimiento, pero habrá problemas para crear una nueva identidad. Si es el Creador, nos abrumarán las distintas opciones, no sabremos renunciar a nada, continuaremos acumulando cosas.

Un Destructor muy activo nos trae muerte y pérdida, pero no resurrección. Un Creador muy activo no para de presentarnos opciones, sin saber renunciar, es un renacer continuo, sin ninguna muerte, sin dejar nada.

La resolución de este conflicto cuando tenemos integrado el Destructor y el Creador nos permite la creación de una vida en la que se tiene sólo que se necesita y nada más. Volvemos a definir las relaciones con las personas, el trabajo. Esta resolución esta representada en los mitos de los dioses de la fertilidad Osiris, Cristo, Dionisio, quienes encarnan a la muerte y al renacimiento. Así se pueden equilibrar esas energías y renovarnos; si renunciamos a lo que no nos sirve, a lo limitante, podemos de nuevo volver a crecer.

Madurez:

Los arquetipos de la madurez nos ayudan a afirmar nuestro propio poder. El Gobernante asume el mando, preserva el orden, aprovecha los recursos. El Mago tiene visión, creatividad y transforma la realidad, teniendo en cuenta lo bueno.

La virtud es el poder, mediante la transformación, la capacidad de curación y la evolución. Si predomina el Gobernante puedes alcanzar el orden pero te costará innovar, por tanto puede haber estancamiento. Si es el Mago, siempre buscas lo nuevo, a costa incluso del equilibrio y eso puede conducirnos al caos.

A veces, en la madurez, en lugar de afirmar nuestro Gobernante y Mago, nos resignamos y renunciamos a la vida. Es el periodo de jubilación, que cuentas los días hasta la muerte.

El Mago y el Gobernante nos ayudan a comprender que el mundo externo es un reflejo de nuestro mundo interno: atraemos hacia nosotros lo que somos.

El Gobernante se dedica más a la responsabilidad, pero carece de habilidad para curarse y transformarse. El Mago se dedica a curar y transformar, pero si no tiene responsabilidad, puede ser el aprendiz de hechicero, que solo hace estragos.

La resolución está representada en la figura de Cristo como Señor y Redentor y Bodhisattva, un ser realizado por completo, que decide regresar para ayudar a los demás. Nosotros también nos convertimos en redentores universales cuando afirmamos nuestro poder para cambiar el mundo y actuar desde la esencia, así producimos un efecto de onda para los demás.

Vejez:

El Bufón y el Sabio nos ayudan a renunciar a la necesidad de transformar el mundo para poder ser verdaderamente libres.

La virtud es nuestra verdadera libertad. En cuanto a la vejez, siempre hay imágenes contradictorias, por un lado las personas mayores pueden estar representados por una anciana o un anciano sabios, por otro puede haber una imagen senil y casi como infantil. En esta etapa nos empiezan a flaquear las fuerzas, nos acordamos de lo que nos ocurrió hace mucho tiempo y nos falta la memoria de lo inmediato, nuestros amigos se mueren, e incluso nos tenemos que ir preparando para nuestra propia muerte.

Esto nos hace que nos abramos a nuestro Sabio, pero también es el momento de amar la vida por sí misma, esta es la energía de nuestro Bufón.

Si predomina el Sabio, se pueda tener una visión general que da sentido a la vida, pero, desconectados ya del presente, puede que nos volvamos muy serios y reflexivos. Cuando predomina el Bufón, se vive el momento y se disfruta, aunque uno se vuelva frívolo, incluso absurdo.
La resolución de estos dos arquetipos es precisamente convertirse en Bufones Sabios. La imagen esta representada por Krishna o Buda, alcanzando un estado de sabiduría tan elevado que se perdían en éxtasis durante días. Es el estado de la iluminación

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