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viernes, 30 de abril de 2010

COMO TRABAJAR LAS CREENCIAS-PNL

¿Cómo trabajar con las creencias?

Por ejemplo, creo que estar en mi peso es muy dificil. Empezaremos a hacernos una serie de preguntas.

¿Qué ocurriría si volvieras a ser esbelta? ¿Qué te lo impide? ¿Qué dice acerca de ti el el hecho de que no hayas sido capaz?

¿de dónde viene? ¿dónde lo he aprendido? ¿dónde lo he visto? ¿cómo se materializa en mi vida? ¿cómo lo provoco? ¿cómo lo busco?, ¿qué te dijeron en tu infancia? ¿qué escuchaste decir a tus padres o seres cercanos sobre ti? ¿qué creencias adoptaste como tuyas? ¿qué ideas tenían otros de ti y te creíste?. Recordar que la etapa de la infancia es la de la credulidad. Si sólo escuchaste, "tu eres mala", probablemente trataste de alcanzar tu modelo de bondad hasta un extremo que no dejases fluir tu vida. ¿y que es para ti ser mala? Contestar, gritar, decir lo que piensas, etc., y asi no vives la vida tal y como es, sino desde el personaje que te crees. Pero todo lo que reprimimos en el inconsciente está queriendo todo el tiempo salir al exterior para descargarse, pero nuestra mente consciente lo impide mediante un tremendo esfuerzo.

Porque fijate cuantas oportunidades nos da la vida en un momento determinado, en un segundo de cambiar la dirección de los acontecimientos. Esos ligeros movimientos son como las maniobras cortas en la conducción de un cohe, yo voy con un volante recto, pero si lo muevo minimamente voy a otro lugar.

EJERCICIO

Cierra los ojos. Respira profundamente. Y recuerda ahora una situación repetitiva de tu vida, de esas que por mucho que te lo propongas inmediatamente se repite, automáticamente tu actitud. Tu pensamiento, tu sentimiento. Puede ser una situación de miedo, rabia, frustración, resentimiento. Deja que te venga esa situación. Y localiza ahora cuál es el pensamiento que genera lo demás. Quizás te sientes sin poder para hacer algo en esa situación. Hay un "no puedo" o hay una expectativa de algo doloroso, desagradable. Algo como cristalizado, como si la vida se hubiese parado, y siempre fuera así.

Procura ahora encontrar un pensamiento distinto, como un rio que fluye, y que nunca es igual, que aquella persona por ejemplo, que no crees que jamás puede cambiar, verla distinta. Aquella situación que parece trabada, verla distinta. Aquella idea que está parada en el tiempo, que evolucione, que se transforme. Y ese pensamiento que causa esa parálisis, que causa esta situación trabada, adiestralo, quítalo del medio, y deja que surja una nueva visión, una nueva salida.

Piensa en algo que tu creas que puedes hacer y compáralo con algo que te limita. Determina la diferencia. A continuación, toma la creencia limitadora y hazla igual que la cosa que tu crees que puedes hacer. Si no puedes hacerlo porque algo te lo impide, averigua qué es.

El propósito del ejercicio es conseguir que la limitación se vuelva más parecida a la creencia con plenitud de recursos. Consigue que la creencia que no crees se parezca lo más posible a la que si crees.

COMENTARIO:

Las creencias no se basan necesariamente en un sistema de ideas lógico. De hecho, son notoriamente refractarias a la lógica. Su función no es coincidir con la realidad. Puesto que tu no sabes realmente qué es lo real, tienes que formarte una creencia: es un asunto de fe. Es muy importante tener esto en cuenta cuando se trabajan las creencias limitadoras.

Abraham Maslow explica una anécdota que ilustra bien este punto. Un psiquiatra trataba a un hombre que creía ser un cadáver. Pese a todos los argumentos lógicos del psiquiatra, el hombre persistía en su creencia. Finalmente, en un destello de inspiración, el psiquiatra le preguntó: "¿Pueden sangrar los cadáveres?". El paciente respondió: ¡Eso es absurdo!. Los cadáveres no sangran". Tras pedirle permiso, el psiquiatra le pinchó el dedo con una aguja y extrajo una gota de sangre roja. El paciente quedó mirando el dedo, completamente atónito, y al cabo exclamó: "¡Qué me aspen! ¡Ahora resulta que los cadáveres sangran!". Es un relato humorístico, pero algunas veces es cierto cuando una persona padece una enfermedad mortal. La creencia es: "Ya soy un cadáver, ya estoy muerto, y ningún tratamiento servirá de nada. Lo más inteligente que puedo hacer es dejar de luchar contra lo inevitable". Es una dura creencia, porque en el estado actual de nuestros conocimientos nadie puede asegurarle si se pondrá bien o no. Una mujer hizo un estudio sobre "cien supervivientes de cáncer", con la esperanza de averiguar qué tenían en común, y lo más interesante fue que no logró encontrar ninguna pauta común en el tratamiento seguido por cada una de esas personas. Los supervivientes habían recibido toda clase de tratamientos distintos. Sin embargo, una cosa tenían en común: todos los supervivientes creían que el método de tratamiento que estaban siguiendo iba a dar resultado en su caso. Era la creencia, no el tratamiento, lo que marcaba la diferencia.

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